martes, 25 de junio de 2013

6,5 el nuevo aprobado raspado para pobres.

6,5, esta es la nueva nota media que según el Ministro Wert discrimina entre quien está haciendo bien en acudir a una facultad concreta y quien está equivocando su camino.

Una reflexión que en otro contexto y con otro objetivo podía tener su razón de ser, se convierte en la fórmula para discriminar entre quienes pueden acceder a una beca y quienes tienen que abandonar los estudios por razón de su situación económica, que no académica, porque el aprobado, no lo olvidemos, sigue estando en el 5. 

La lógica de Wert (imagino) viene a ser la siguiente: si alguien, por poner un ejemplo, accede a estudiar medicina tras haber obtenido una media en bachiller de casi un 9 y llega a la universidad y no alcanza un 6,5 de media, una de dos, o no está estudiando lo que debe o está haciendo el zángano, porque tonto ya ha quedado claro que no es. Así pues, si queremos que de nuestras facultades salgan buenos profesionales, lo mejor es quitar la beca a quienes no lleguen a esas medias. Ya que no podemos evitar que los ricos se licencien aunque no tengan especiales facultades para una determinada carrera, limitemos por lo menos el número total de licenciados (ahora graduados, perdón).

Con esta lógica, Wert, y él lo sabe, está mezclando dos debates con el único objetivo de que una de las reformas más clasistas de los últimos años pase desapercibida y nos enredemos en discusiones sobre la excelencia universitaria.

Si Wert opina que las facultades españolas no garantizan un mínimo de calidad formativa y competitiva y quiere limitar el acceso a los estudios superiores solo a personas que obtengan muy buenas calificaciones,  lo tenía sencillo,elevar el aprobado al 6,5 o al 7, como, por otro lado, ya ocurre en los exámenes de idiomas. 

Una propuesta así hubiera abierto un debate totalmente distinto, pero no era ese el objetivo; el objetivo del Ministerio es abaratar el coste de las becas por un lado y convertir las universidades en lo que fueron antaño, es decir, en escuelas de  ricos (sean listos, tontos, vagos o trabajadores) y de pobres muy listos. 

Que hay mucha gente que acude a las facultades porque parece que hay que hacerlo, sí. 

Que hay gente que no vale para estudiar una carrera y pasa 6 o 7 años haciendo lo que no debía, también. 

Que los estudios superiores se han popularizado tanto que ya no son garantía para acceder al mercado laboral, sin duda, aunque aquí el problema está en un mercado laboral que excluye a la juventud. 

Que las universidades españolas no son las más prestigiosas del mundo, cierto, pero eso es responsabilidad del Ministerio de Educación. 

Que la formación profesional ha sufrido durante décadas un descrédito inmerecido, desde luego. 

Que todo esto merece un debate serio y sereno, por supuesto, pero no basado en la capacidad económica del alumnado sino en el modelo educativo. Pero claro, ello requeriría de un Ministerio de Educación que realmente tuviera interés en la educación y voluntad de abrir una seria reflexión (que no imposición) con todos los sectores afectados, y ese, lamentablemente, no es el objetivo de este este Ministro. 






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