Resulta una experiencia muy
reveladora conocer cómo se viven los resultados de las encuestas en el interno
de los partidos, es lo más parecido a una rueda de prensa de Mourinho que uno
pueda imaginar.
Si las encuestas son buenas suele
ser por mérito propio: estamos conectando con la gente, le estamos dando
respuestas a sus preocupaciones, tenemos liderazgos sólidos… Aunque siempre
suele haber, y esto también hay que decirlo, quien procura poner las cosas en
su sitio señalando que sólo son encuestas.
Ahora, si el resultado de la
encuesta en malo, las reacciones suelen ser la de culpar a todo el mundo menos
a uno mismo: es una foto fija, la muestra es muy pequeña, ha tenido más cocina
que el menú degustación del Bulli, es por una coyuntura muy especial ajena al
partido, aunque también suele haber, quien al hilo de las encuestas sugiere la
posibilidad de replantearse algunas cuestiones de fondo.
Lo dicho, al más puro estilo
Mourinho, merito propio en el buen resultado, demerito ajeno en el malo.
El caso es que independientemente
de lo que digan los partidos en sus ejecutivas, hay una frase recurrente que
todos emplean para valorarlas que es la única que desde mi punto de vista, a
pesar de lo obvio de la afirmación, tiene razón de ser: la única encuesta que
vale es la del día de las elecciones.
Es cierto que si las encuestas
repiten muchas veces el mismo o parecido resultado, marcan una tendencia, pero
sólo eso, una tendencia; tendencia que por otro lado puede confirmarse en las
elecciones o no.
Pero también es cierto que las
encuestas pueden intentar, e incluso conseguir, orientar el voto. No digo que
las encuestas mientan, salvo excepciones creo que las empresas hacen un trabajo
honesto, pero que se publican los datos cuando más interesa, que se subrayen unos
datos sobre otros o que aprovechando los restos se hagan extrapolaciones
interesada sí, tanto para orientar el voto a favor de alguien, como para
intentar evitar el voto hacia un tercero.
Al mismo tiempo, las encuestas no
tienen en cuenta dos factores que me parecen claves y que en muchas ocasiones
las invalidan, los entrevistados que directamente mienten y los que sin mentir
utilizan el sondeo como fórmula de castigo y desahogo con respecto a su opción
tradicional, si bien a la hora de la verdad le puede el vértigo y acaba votando
lo de siempre.
La pregunta que hemos de
hacernos, por lo tanto es, ¿sirven de algo las encuestas? No es mi intención
dejar en el paro a los sociólogos y encuestadores varios, pero me temo que la
respuesta es que no. Más allá de llenar titulares de periódicos, horas de
tertulia y de debate en las ejecutivas, la encuestas son eso, encuestas, y por
lo tanto, algo que no compromete a quien pregunta ni a quien responde, y si no
que nos lo digan a nosotros que en las últimas autonómicas nos daban 3 y nos
quedamos a 0.
Voy a enlazar esto que dicen con un hecho en concreto: En Álava, tú vas preguntando por la calle, y nadie (absolutamente nadie) reconoce haber votado al PP. Y la realidad dice que gobierna en el ayuntamiento y en la diputación.
ResponderEliminarYo creo que nada es blanco ni negro. Creo que las encuestas, según en que casos, sí que pueden tener cierta utilidad, aunque es cierto que se le dan más importancia de la que deberían.
Ahora bien, lo que sucedió en Euskadi, no me parece un ejemplo claro. La culpa de lo que sucedió aquí fue de Izquierda Unida, por no expulsar a Llamazares y al grupo de Izquierda Abierta del partido, después de pasarse varios artículos estatutarios por el forro de los cojones, y permitir que viniera el líder de esta secta a pedir el voto para el madracismo sin mover un solo dedo para impedirlo.
Si IU habiera actuado como debería, Ezker Anitza hubiera tenido representación en el Parlamento Vasco. Lo que sucedió fue que hubo tanto lío que la gente no sabía ni a quién votaba. Y en una organización pequeña, la factura que pasa eso es enorme.
Y voy a decir más: En las próximas elecciones municipales y a la diputación, en Euskadi, va a suceder lo mismo.
Más vale que tomen nota y que alguno que otro vaya moviendo el culo.
Txema