jueves, 18 de abril de 2013

Venezuela

Los martes a las noches suelo participar en un programa de radio que se llama Gabon Euskadi, que dirige Javier Vizcaino y que emite Onda Vasca.
Pues bien, el último de los temas que tratamos el martes pasado fueron las elecciones venezolanas. Lo normal hubiese sido que discutiéramos sobre los motivos que llevaron a Maduro a obtener un resultado tan justo; de las posibilidades de desarrollo del proyecto socialista del PSUV con un país dividido; de si la revolución Bolivariana tiene que adaptarse a los nuevos resultados; de la incidencia del descenso de la producción petrolífera; de las devaluaciones monetarias o de si Capriles había hecho una buena o una mala campaña, pero no.
Los análisis de las elecciones venezolanas ni siquiera se han podido hacer, porque más allá del resultado, la noticia ha sido la no aceptación del mismo por parte de Capriles y los disturbios que dejaron 8 muertos en menos de 48h en las calles venezolanas.
Nunca he sido un fan incondicional de Chávez y de la revolución Bolivariana, creo que como cualquier proceso de la magnitud del que ha vivido Venezuela en la última década tiene claros, desde luego que sí, pero también algún oscuro.
Sin embargo, la actitud de Capriles con el miserable respaldo de EEUU (como no), me ha parecido, además de profundamente antidemocrática de una irresponsabilidad mayúscula.
Venezuela, al contrario que muchos otros países, lleva elección tras elección permitiendo observadores internacionales en sus elecciones, observadores, y esto conviene subrayarlo,  que no han denunciado ninguna irregularidad. Se habla de más de 3.000 incidencias, nada fuera de lo común, teniendo en cuenta que en las elecciones vasca, sin ir más lejos, las incidencias suelen ser también numerosas, papeletas que no están en determinados colegios, dudas sobre si una papeleta está rota o no a la hora de contabilizarla o números de actas que no se entienden bien; se resuelven y no pasa nada.
Pero Capriles ha optado por la peor de las actitudes posibles, como esos futbolistas malcriados que cuando pierden en el último minuto del partido la emprenden a golpes con el primer objeto que encuentran. Obviamente no es lo mismo perder por más de un millón de votos que hacerlo por menos de 200.000 pero eso no puede ser nunca motivo para calificar de ilegítimo a quién te ha ganado las elecciones.
Es más, Capriles, con su actitud, acaba de consolidar a un Maduro que si no fuera por la situación generada, tendría que haber respondido ante el PSUV de unos  resultados, que a la vista está solo pueden calificarse como malos.
Cierto que Venezuela está dividida en dos, pero ni más ni menos que lo están otros países cuando se enfrentan a unas elecciones presidenciales.  Sin embargo, Capriles, en lugar de actuar de manera inteligente poniendo en valor su respaldo electoral y solicitando al vencedor la búsqueda de consensos a la hora de dirigir el país durante los próximos 6 años, con su actitud, se ha autoexcluido de cualquier proceso de negociación para acercar esas dos formas antagónicas de entender cuál debe ser el camino que siga a partir de ahora Venezuela.
Sólo espero que la cordura vuelva a las calles de Venezuela y no se produzca ningún incidente más, porque encender mechas como hizo Capriles es muy sencillo, pero controlar explosiones no tanto. 

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