Pues bien, el último de los temas
que tratamos el martes pasado fueron las elecciones venezolanas. Lo normal
hubiese sido que discutiéramos sobre los motivos que llevaron a Maduro a obtener
un resultado tan justo; de las posibilidades de desarrollo del proyecto
socialista del PSUV con un país dividido; de si la revolución Bolivariana tiene
que adaptarse a los nuevos resultados; de la incidencia del descenso de la
producción petrolífera; de las devaluaciones monetarias o de si Capriles había
hecho una buena o una mala campaña, pero no.
Los análisis de las elecciones venezolanas
ni siquiera se han podido hacer, porque más allá del resultado, la noticia ha
sido la no aceptación del mismo por parte de Capriles y los disturbios que dejaron
8 muertos en menos de 48h en las calles venezolanas.
Nunca he sido un fan
incondicional de Chávez y de la revolución Bolivariana, creo que como cualquier
proceso de la magnitud del que ha vivido Venezuela en la última década tiene
claros, desde luego que sí, pero también algún oscuro.
Sin embargo, la actitud de
Capriles con el miserable respaldo de EEUU (como no), me ha parecido, además de
profundamente antidemocrática de una irresponsabilidad mayúscula.
Venezuela, al contrario que
muchos otros países, lleva elección tras elección permitiendo observadores
internacionales en sus elecciones, observadores, y esto conviene subrayarlo, que no han denunciado ninguna irregularidad.
Se habla de más de 3.000 incidencias, nada fuera de lo común, teniendo en
cuenta que en las elecciones vasca, sin ir más lejos, las incidencias suelen
ser también numerosas, papeletas que no están en determinados colegios, dudas
sobre si una papeleta está rota o no a la hora de contabilizarla o números de
actas que no se entienden bien; se resuelven y no pasa nada.
Pero Capriles ha optado por la
peor de las actitudes posibles, como esos futbolistas malcriados que cuando
pierden en el último minuto del partido la emprenden a golpes con el primer
objeto que encuentran. Obviamente no es lo mismo perder por más de un millón de
votos que hacerlo por menos de 200.000 pero eso no puede ser nunca motivo para
calificar de ilegítimo a quién te ha ganado las elecciones.
Es más, Capriles, con su actitud,
acaba de consolidar a un Maduro que si no fuera por la situación generada, tendría
que haber respondido ante el PSUV de unos resultados, que a la vista está solo pueden
calificarse como malos.
Cierto que Venezuela
está dividida en dos, pero ni más ni menos que lo están otros países cuando se
enfrentan a unas elecciones presidenciales.
Sin embargo, Capriles, en lugar de actuar de manera inteligente poniendo
en valor su respaldo electoral y solicitando al vencedor la búsqueda de consensos a la
hora de dirigir el país durante los próximos 6 años, con su actitud, se ha
autoexcluido de cualquier proceso de negociación para acercar esas dos formas
antagónicas de entender cuál debe ser el camino que siga a partir de ahora
Venezuela.
Sólo espero que la cordura vuelva
a las calles de Venezuela y no se produzca ningún incidente más, porque encender
mechas como hizo Capriles es muy sencillo, pero controlar explosiones no tanto.
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