lunes, 22 de abril de 2013

Las consultas

Ayer conocimos el resultado de una consulta ciudadana desarrollada durante todo el fin de semana en Legazpi (Gipuzkoa), en relación al sistema de recogida de basura.
Los electores tenían dos opciones: el sistema puerta a puerta y el llamado quinto contenedor, cada uno representado en una papeleta de un color diferente.
La opción del quinto contenedor arrasó entre quienes participaron en la consulta que fueron algo más de la mitad del censo.
Un varapalo sin duda para los impulsores del sistema de recogida puerta a puerta, que en este caso es el grupo municipal de Bildu y que no quiso participar del proceso de consulta.
Algo similar ocurrió también hace años en Boroa (Bizkaia), donde se instaló una central de ciclo combinado en contra de la opinión mayoritaria de los habitantes de la villa expresada también en una consulta en la que tampoco el equipo municipal quiso participar.
Tanto en un caso como en otro, la reacción de los responsables municipales ha sido la misma: la pregunta era capciosa; el sistema de votación no respeta todas las garantías; no todo es susceptible de consultarse; en las elecciones municipales ya se sabía qué programa llevaba el grupo que ganó, y por ende, el Ayuntamiento va a hacer lo que tenía previsto es decir, continuar con su programa.
Lo llamativo de estas coincidencias es que los impulsores y detractores de sendas consultas eran los mismos pero colocados en lugares distintos, PNV a favor de la central y la izquierda abertzale a favor de la consulta en Boroa y en Legazpi el PNV a favor de la consulta y la izquierda abertzale a favor del puerta a puerta.
Es decir, que por mucho que unos y otros se deshagan en halagos en torno a la participación ciudadana y las virtudes de las consultas, éstas solo se convocan si:
1.- Se sabe de antemano que se va a ganar
2.- Se está en la oposición.
Las consultas, sobre todo en el ámbito municipal, donde son legales y por lo tanto se pueden celebrar sin que ello altere el "orden constitucional" que tanto preocupa a algunos, son una magnífica herramienta de participación ciudadana siempre que no se utilicen como se utilizan por estos lares, es decir, para reforzar la opinión de quien está en la oposición municipal y ve en una actuación del equipo de gobierno, munición para el desgaste partidista.
Estas actitudes, en el fondo, vienen a demostrar  que nadie se cree, de verdad, la participación ciudadana.
Comparto el criterio de que no todo es susceptible de consulta, los derechos humanos y sociales, la política fiscal o el mantenimiento de determinados elementos del estado de bienestar, por ejemplo, en mi opinión no deben consultarse,  pero precisamente porque entiendo que no todo el consultable, creo que debería existir un acuerdo sobre lo que sí lo es y su fórmula de materialización.
Si las normas se establecen antes de que surja el conflicto y son aplicables a todos los partidos independientemente de si se encuentran en el gobierno o la oposición, la participación ciudadana dejaría de ser un eslogan electoral para convertirse en una verdadera herramienta a la hora de tomar decisiones, puesto que también creo que toda consulta debería ser vinculante.
No me invento nada, esto ocurre ya en muchos lugares, aunque me temo que en el corto plazo no lo veremos por aquí, porque como decía, si no nos creemos la participación ciudadana, por mucho que a veces queramos valernos de ella, nunca asumiremos como real, natural y legítima, la posibilidad de que quien nos ha votado no esté de acuerdo con lo que estamos haciendo.



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